Cuento de Navidad
Ebenezer Scrooge era un hombre avaro y gruñón. No le importaba la Navidad, ni la alegría de los demás, ni mucho menos ayudar a los necesitados. Para él, la Navidad no era más que una pérdida de tiempo y dinero. Su único interés era el trabajo y acumular riqueza. Su empleado, Bob Cratchit, sufría las miserias de trabajar para él, pero no se quejaba, porque necesitaba el empleo para mantener a su familia, incluida su pequeño hijo enfermo, Tim.
Una fría Nochebuena, cuando Scrooge regresó a su casa después de un día en su sombría oficina, fue visitado por el fantasma de su antiguo socio, Jacob Marley. Marley llevaba pesadas cadenas y estaba condenado a vagar por la tierra como castigo por su vida egoísta. Advertía a Scrooge que tendría el mismo destino si no cambiaba su forma de ser. Marley le dijo que tres espíritus lo visitarían esa misma noche y que debía escuchar atentamente sus advertencias.
Esa noche, Scrooge fue despertado por el primero de los tres espíritus: el Espíritu de las Navidades Pasadas. Este fantasma lo llevó de regreso a su infancia y juventud, mostrándole momentos en los que había sido más feliz y generoso. Scrooge vio cómo, poco a poco, su amor por el dinero lo había ido alejando de sus seres queridos y de su felicidad. Aunque estas escenas le entristecían, Scrooge trataba de justificar su comportamiento.
A continuación, apareció el Espíritu de las Navidades Presentes, un ser alegre y generoso que le mostró cómo la gente celebraba la Navidad en ese momento, a pesar de la pobreza y las dificultades. El espíritu llevó a Scrooge a la humilde casa de su empleado, Bob Cratchit. Allí, Scrooge vio la alegría con la que la familia celebraba la Navidad, a pesar de sus escasos recursos. También vio al pequeño Tim, enfermo pero lleno de esperanza. El espíritu le advirtió que, si las cosas no cambiaban, Tim no sobreviviría.
Por último, apareció el Espíritu de las Navidades Futuras, una figura oscura y aterradora. Este espíritu no hablaba, pero mostró a Scrooge una visión de su propio futuro: su muerte, solitaria y sin amigos. Nadie lloraba su pérdida, y su tumba era fría y olvidada. También vio el triste destino de la familia Cratchit tras la muerte de Tim, lo que llenó a Scrooge de culpa y desesperación.
Al despertar de esta última visión, Scrooge estaba profundamente conmovido. Se dio cuenta de lo vacía y cruel que había sido su vida y decidió cambiar. A la mañana siguiente, era Navidad, y Scrooge comenzó su transformación. Fue generoso con todos a su alrededor, donó dinero para los pobres y envió un gran pavo a la familia Cratchit. También decidió aumentar el salario de Bob y ayudar con los gastos médicos de su hijo Tim.
Con el tiempo, Scrooge se convirtió en un hombre amable y querido por todos. Y, tal como el pequeño Tim dijo ese día de Navidad, "¡Que Dios nos bendiga a todos!"