Hansel y Gretel
Hace mucho tiempo, en una pequeña cabaña al borde del bosque, vivían un pobre leñador, su esposa y sus dos hijos, Hansel y Gretel. El leñador apenas ganaba lo suficiente para alimentar a su familia, y su esposa, que era madrastra de los niños, no tenía paciencia para la pobreza. Una noche, mientras los niños dormían, la madrastra le dijo al leñador: "No tenemos suficiente comida para todos. Debemos llevar a los niños al bosque y dejarlos allí. De lo contrario, moriremos todos de hambre."
El leñador, angustiado por la idea, intentó resistirse, pero finalmente, agotado y desesperado, accedió. Hansel, quien había escuchado todo desde su cama, decidió hacer algo al respecto. Al día siguiente, mientras caminaban hacia el bosque, Hansel recogió pequeños guijarros blancos y los fue dejando caer por el camino, uno por uno, para marcar el camino de vuelta a casa.
Cuando llegaron a lo más profundo del bosque, la madrastra encendió un fuego y dijo: "Quédense aquí, niños. Volveremos a buscarlos al anochecer." Pero al caer la noche, Hansel y Gretel estaban solos. Sin embargo, gracias a los guijarros que Hansel había dejado, encontraron el camino de regreso a casa fácilmente. Al llegar, el leñador los recibió con alegría, aunque la madrastra no estaba contenta de verlos.
Pasaron los días, y la comida en casa se agotaba nuevamente. Una noche, la madrastra convenció al leñador de que llevara a los niños más lejos en el bosque. Esta vez, Hansel quiso recoger más guijarros, pero la madrastra cerró con llave la puerta de la casa para que no pudiera salir. En su lugar, Hansel decidió dejar caer migajas de pan por el camino mientras caminaban.
Cuando llegó la noche y los niños se quedaron solos nuevamente en el bosque, intentaron seguir las migajas de pan, pero los pájaros del bosque se las habían comido todas. Perdidos y sin un camino de vuelta, Hansel y Gretel vagaron por el bosque durante días. Finalmente, encontraron una pequeña casa hecha completamente de dulces: el techo estaba cubierto de caramelos, las paredes eran de chocolate, y las ventanas, de azúcar.
Hambrientos, los niños comenzaron a comer la casa. Mientras mordían los dulces, la puerta se abrió, y una anciana salió de la casa. "¡Oh, qué niños tan encantadores!", dijo la anciana con una sonrisa. "Vengan, entren en mi casa, les daré más comida." Sin sospechar nada, Hansel y Gretel entraron en la casa.
Pero la anciana no era una amable abuela; en realidad, era una bruja malvada que usaba su casa de dulces para atraer a los niños. Apenas entraron, la bruja atrapó a Hansel y lo encerró en una jaula. "Voy a engordarte para comerte", le dijo. Luego, obligó a Gretel a trabajar como su sirvienta.
Cada día, la bruja le daba comida a Hansel y le pedía que le mostrara su dedo para ver si estaba engordando, pero Hansel, siendo astuto, le mostraba un hueso en lugar de su dedo. La bruja, que tenía mala vista, no se daba cuenta del truco, y se impacientaba porque Hansel no engordaba.
Finalmente, la bruja se cansó de esperar. "Mañana te comeré", le dijo a Hansel. Luego, ordenó a Gretel que encendiera el horno. Pero Gretel, ingeniosa, fingió no saber cómo hacerlo. "Tonta niña", dijo la bruja, "déjame enseñarte." Mientras la bruja se inclinaba para ver si el horno estaba lo suficientemente caliente, Gretel la empujó dentro y cerró la puerta del horno.
Con la bruja derrotada, Gretel liberó a Hansel de la jaula, y juntos exploraron la casa de la bruja. Encontraron cofres llenos de joyas y oro. Los dos niños llenaron sus bolsillos y, tras dejar la casa de la bruja, lograron encontrar el camino de regreso a casa.
Cuando llegaron, su padre los recibió con lágrimas de alegría. La malvada madrastra había desaparecido, y la familia, ahora rica con el tesoro de la bruja, vivió feliz y sin preocupaciones para siempre.