El Oso y el Zorro

Un día, en lo profundo del bosque, un zorro astuto y un oso robusto se encontraron mientras caminaban en busca de comida. El oso, que siempre había confiado en su fuerza bruta para sobrevivir, miró con desdén al zorro, que a menudo usaba su astucia para conseguir lo que necesitaba. "¿Por qué te esfuerzas tanto en pensar, pequeño zorro?", preguntó el oso. "Con mi fuerza, no necesito astucia ni trucos para encontrar comida."

El zorro, que había escuchado hablar de la arrogancia del oso, sonrió para sí mismo. Sabía que, aunque el oso era más grande y fuerte, la inteligencia podía superar la fuerza en muchas situaciones. "Quizá sea cierto que eres más fuerte que yo", respondió el zorro con una sonrisa astuta. "Pero la fuerza no lo es todo. A veces, un poco de astucia puede ser más útil que todo el poder del mundo."

El oso se rió con desdén. "¿Quieres decir que crees que puedes conseguir comida más fácilmente que yo? ¡Muéstramelo, pequeño zorro, y te demostraré que mi fuerza es superior a tu astucia!"

El zorro aceptó el desafío y guió al oso a través del bosque hasta llegar a una pequeña granja, donde una de las puertas de los corrales estaba ligeramente abierta. A lo lejos, se podía ver un granero lleno de gallinas. "Mira", dijo el zorro. "Dentro de ese granero hay una cena deliciosa. Podemos entrar fácilmente por esa puerta abierta y comer hasta saciarnos."

El oso, confiado en su fuerza, corrió hacia el granero. Sin pensarlo dos veces, entró por la puerta abierta y se dirigió directamente hacia las gallinas, que comenzaron a cacarear y correr en todas direcciones. El oso, hambriento y sin ningún plan, trató de atrapar a las gallinas a zarpazos, pero su torpeza y tamaño solo causaron más caos. Las gallinas eran demasiado rápidas para él, y el granjero, que había escuchado el alboroto, se apresuró al lugar.

Al oír los pasos del granjero acercándose, el zorro se escondió detrás de un arbusto, observando con astucia la escena. El oso, que no se había dado cuenta del peligro, seguía persiguiendo a las gallinas sin éxito. Cuando el granjero llegó, vio al gran oso en su granero y, sin dudarlo, tomó su horquilla y corrió hacia él para espantarlo. "¡Fuera de aquí, bestia!", gritó el granjero.

El oso, al ver al granjero acercarse con la horquilla en alto, entró en pánico. Se dio cuenta de que no había pensado en un plan de escape, y aunque era grande y fuerte, no podía enfrentarse a un humano armado en un lugar tan cerrado. Con un gruñido de frustración, el oso salió corriendo del granero, dejando atrás el caos y el hambre.

El zorro, que había observado todo desde su escondite, se acercó al oso una vez que estaban a salvo en el bosque. "¿Ves, amigo oso?", dijo el zorro con una sonrisa astuta. "Tu fuerza te metió en problemas, pero fue tu falta de astucia lo que te impidió conseguir la comida. A veces, es mejor pensar antes de actuar."

El oso, todavía jadeando por el susto, no pudo hacer más que asentir en silencio. Aunque no quería admitirlo, había aprendido una valiosa lección: la fuerza sin inteligencia no siempre era suficiente. Desde ese día, el oso comenzó a prestar más atención a las palabras del zorro y a valorar la importancia de pensar antes de actuar.