La Princesa y el Dragón
Había una vez, en un reino lejano, una princesa llamada Valeria. A diferencia de las princesas que solían quedarse en sus castillos, Valeria era valiente, curiosa y muy independiente. Pasaba sus días explorando los bosques cercanos al castillo, leyendo libros sobre aventuras y soñando con vivir grandes hazañas.
Un día, mientras Valeria paseaba por los jardines del castillo, una terrible noticia llegó al reino. Un enorme dragón había aparecido en la cima de la montaña más alta, y con su aliento de fuego, estaba causando caos en las aldeas cercanas. Los campesinos estaban aterrorizados, y el rey, el padre de Valeria, decidió tomar medidas de inmediato.
El rey anunció que daría la mano de la princesa Valeria en matrimonio a cualquier caballero que lograra derrotar al dragón y devolver la paz al reino. Pronto, caballeros de tierras lejanas llegaron al castillo, cada uno más valiente que el anterior, todos deseosos de enfrentarse al dragón y ganar la mano de la hermosa princesa.
Sin embargo, Valeria no estaba dispuesta a ser entregada como un premio. Aunque respetaba la valentía de los caballeros, estaba decidida a enfrentarse al dragón por sí misma. Esa misma noche, cuando todos dormían, la princesa preparó su caballo, se armó con una espada y una armadura ligera, y partió hacia la montaña donde vivía el temible dragón.
Valeria cabalgó durante horas, hasta que al amanecer llegó a la montaña. Desde abajo, pudo ver al dragón descansando en su cueva, con columnas de humo saliendo de su nariz mientras dormía profundamente. La princesa se acercó con cuidado, pero su caballo relinchó, despertando al dragón. Este abrió sus enormes ojos dorados y se incorporó, extendiendo sus gigantescas alas.
"¿Quién osa perturbar mi descanso?", rugió el dragón, su voz resonando por toda la montaña. "¡Soy Valeria, la princesa de este reino!", respondió ella, con la voz firme pero respetuosa. "He venido a hablar contigo, no a luchar."
El dragón, sorprendido por su audacia, bajó la cabeza para mirarla mejor. "¿Una princesa valiente? Eso no es algo que vea todos los días", dijo el dragón con curiosidad. "Pero si no has venido a luchar, ¿qué deseas?"
Valeria respiró hondo y dijo: "He escuchado historias sobre ti, cómo has destruido aldeas y causado miedo en nuestro reino. Pero creo que hay algo más detrás de tu furia. No quiero que los caballeros te ataquen. Quiero entender por qué estás aquí y si hay una manera de resolver esto sin más violencia."
El dragón, que había esperado enfrentarse a un caballero más, se sorprendió por la actitud de la princesa. Durante años, había sido cazado y temido por los humanos, lo que lo había hecho desconfiar de todos. Sin embargo, Valeria no mostraba miedo, solo curiosidad y valentía.
"No siempre fui así", dijo el dragón después de un momento de silencio. "Hubo un tiempo en que vivía en paz, lejos de los humanos. Pero cuando los hombres comenzaron a invadir mi hogar, a cazarme y tratar de robar mis tesoros, mi furia creció. Solo quiero que me dejen en paz."
Valeria, al escuchar esto, comprendió que el dragón no era malvado por naturaleza, sino que su comportamiento era el resultado de años de miedo y defensa propia. "No es justo que hayas sido atacado sin razón", dijo ella. "Te prometo que hablaré con mi padre y los aldeanos. Si dejas de atacar las aldeas, te garantizaremos que nadie te molestará más. Podrás vivir en paz, como antes."
El dragón observó a Valeria por un largo rato. A pesar de todas las batallas que había librado, nunca había encontrado a un humano tan compasivo y razonable. "Acepto tu propuesta", dijo finalmente. "Pero si los humanos vuelven a atacarme, no dudaré en defenderme."
Con el trato hecho, Valeria regresó al castillo. Al llegar, encontró a su padre reunido con varios caballeros, todos listos para ir a la montaña y enfrentarse al dragón. Pero la princesa se adelantó y les contó su aventura, explicando que el dragón solo deseaba vivir en paz.
El rey, al principio, dudó, pero al ver la determinación de su hija y escuchar su historia, decidió confiar en su juicio. "No habrá más caza de dragones", declaró el rey. "Dejaremos que viva en paz, siempre y cuando no ataque nuestras tierras."
Y así fue. El dragón mantuvo su promesa y dejó de causar problemas en el reino. Valeria, por su parte, se convirtió en una heroína. No solo había enfrentado al dragón, sino que había logrado hacer la paz entre dos mundos. La princesa continuó viviendo sus propias aventuras, demostrando que el valor no siempre está en la fuerza, sino en la capacidad de comprender y resolver los problemas con inteligencia y compasión.